Revista de descontaminación industrial, recursos energéticos y sustentabilidad.

Olfato de Laboratorio

Olfato de Laboratorio

Revisamos las ventajas y puntos críticos de los análisis de olores por olfatometría dinámica.



Cuando sentimos un mal olor solemos reaccionar con una mueca de asco y/o apretándonos la nariz. Es una experiencia desagradable que, si se prolonga demasiado, también puede causarnos mareos, náuseas, vómitos y dolor de cabeza. Lo que la mayoría de nosotros desconoce es que este tipo de contaminación hasta “afecta al estado psíquico de las personas, influyendo negativamente sobre su estado anímico y provocando situaciones de estrés”, revelan en el Ministerio del Medio Ambiente (MMA).

De ahí la importancia de normar las emisiones de olores, sobre todo si provienen de instalaciones industriales, como también de recolectar y analizar adecuadamente las muestras para controlar con prontitud los focos de contaminación odorífera detectados.

En Chile, el estudio de los olores se realiza fundamentalmente a través del método de Olfatometría Dinámica (OD), que está aprobado bajo la Norma Chilena (NCh) 3190. “Corresponde a una técnica sensorial de medición que se utiliza para determinar la concentración y la tasa de emisión de olor desde una fuente en particular”, precisa una publicación de la empresa ANAM, que ofrece este servicio.

Puntos Críticos

En una exposición realizada en la última Conferencia Hispana de Olores, que tuvo lugar en Chile a fines de 2019, Ignacio Muñoz, Analista de Laboratorio de TSG Environmental, se refirió a los puntos críticos en los estudios de OD. Ahí sostuvo que “el desarrollo en calidad técnica de un laboratorio de olfatometría no está libre de contratiempos y desviaciones, muchas veces ignoradas o, peor aún, desconocidas. Y pueden aparecer en todos los ámbitos de acción: selección y calibración de panelistas, muestreo, análisis y resultados”.

Como contexto, recordó que en el país tendremos en el corto a mediano plazo normativas de olores para la crianza intensiva de cerdos, industrias pesqueras, plantas de tratamiento de aguas servidas, instalaciones de celulosa y rellenos sanitarios. “Y la responsabilidad de quien debe aprobar o no un futuro proyecto (evaluador), así como del titular que desea controlar sus emisiones y con ello su impacto, y la credibilidad de la comunidad que es en gran medida el instrumento de evaluación de lo anterior, están mayoritariamente basadas en el reporte técnico que emite un laboratorio”, explicó.

El experto enumeró los factores que afectan la calidad en las actividades de los laboratorios de OD, entre los que se cuentan:

- Incertidumbre en los requerimientos de capacitación sensorial de los panelistas, ya que solo se hace referencia a su sensibilidad y desviación frente a una sustancia de referencia (n-butanol).
- Muestreo de olores: Existe poca claridad en las guías nacionales e internacionales respecto del número de muestras y horario de muestreo según cada tipo de fuente.
- Estado de limpieza de equipos y chequeos entre muestreos.
- Calibración y verificación de equipos y materiales: olfatómetros, dilutores, túneles de viento, bolsas de muestreo, entre otros.
- Tiempo transcurrido entre muestreo y análisis.
- Experiencia del analista.
- Prolongados tiempos de transporte de muestras.

Conclusiones

Ignacio Muñoz señala que para evaluar la relevancia de un sistema de gestión robusto en la planificación de las actividades de un laboratorio de OD, se analizaron los datos de concentración de olor levantados en 50 muestras de pilas estabilizadas de compostaje de purines. Las principales conclusiones surgidas del estudio fueron las siguientes:

- Las decisiones que se generan a partir de los resultados entregados por un laboratorio de olfatometría, en especial iniciado el proceso de implementación de normativas en el país, requieren del máximo cuidado y calidad en cada paso. Las resoluciones implican autorizar o no el funcionamiento y/u operación de una instalación e inversiones de parte de un titular, que debe estar al tanto de los niveles de riesgo que conlleva. La comunidad necesita asegurarse de forma fehaciente que los métodos y controles realizados son idóneos y no crear desconfianza en torno a procesos que ha costado tanto desarrollar e implementar.
- Las guías técnicas disponibles (NCh 3190, NCh 3386, Guía SEA) aún adolecen de vacíos que quedan a criterio de los asesores y consultores, quienes no siempre pueden visualizar la ganancia de tener un buen levantamiento. Se suele privilegiar primero el costo y no la calidad de muestreo y el análisis posterior.
- Casi la totalidad de los problemas que se generan en el muestreo y análisis olfatométrico pueden evitarse mediante rigurosos procesos de calidad.

Metodología Clara

En otra visión, Cristian Maturana, Jefe Comercial de Diagnóstico y Control de Olores de ANAM, sostiene que el nivel de certeza y confiabilidad que tiene el estudio de olores por OD “está dado por los parámetros que establece la normativa asociada a la metodología. En el caso de nuestro laboratorio podemos asegurar la validez de los análisis en base a que cada integrante del panel debe cumplir una serie de requisitos técnicos normados. Entre éstos se encuentra, por ejemplo, la verificación de la capacidad olfativa de la persona con un patrón de referencia, como el n-butanol, ante cada evaluación que se llevará a cabo”.

Sobre falencias técnicas, vacíos normativos u otros motivos que impiden realizar mejor esta actividad en nuestro país, sostiene: “En general, las normas que existen son técnicas, tanto de muestreo como de análisis, y en ese sentido está bien claro cómo se debe efectuar este proceso, por lo que si se siguen al pie de la letra las metodologías se logra hacer un buen trabajo. Los resultados obtenidos, sin embargo, deben compararse con normas de referencia extranjeras, ya que a la fecha no existen normas de emisión o impacto que permitan confirmar si una industria está dentro de los parámetros establecidos o no. Aunque las regulaciones están en desarrollo y en el corto plazo ya contaremos con ellas”.

Artículo publicado en InduAmbiente N° 166 (septiembre-octubre 2020), págs. 66-67.