Revista de descontaminación industrial, recursos energéticos y sustentabilidad.

Amenaza Metálica

Amenaza Metálica

Agua de Quintero-Puchuncaví puede contaminarse por metales pesados.



“Muchos de los habitantes no están conectados a la red de agua potable, sino que usan pozos que están contaminados, gran parte de ellos, con arsénico”. Así lo advirtió el Presidente Sebastián Piñera, al anunciar el plan de descontaminación para Quintero y Puchuncaví tras los episodios contaminantes de agosto pasado.

Fue una sola frase, pero bastó para poner de relieve una arista a veces no tan visible, pero igualmente importante, en la compleja situación ambiental de esa zona.

Bien se podría decir que la contaminación atmosférica se “roba la película” en términos de atención mediática, debido a los impactos generados por las actividades del parque industrial situado en ambas comunas del litoral de la región de Valparaíso.

En cambio, los eventuales efectos de la polución en fuentes de aguas naturales no controladas, como acuíferos, napas subterráneas y pozos, es un tema abordado con menor intensidad.

Así coinciden Manuel Bravo, investigador encargado del Laboratorio de Química Analítica y Ambiental de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (UCV), y José Miguel Arriaza, Director de la carrera de Ingeniería en Energía y Sustentabilidad Ambiental de la Universidad San Sebastián (USS).

Metales más Comunes

Para comprender la situación, Bravo parte de la base de que la contaminación que aqueja a la zona se origina en la descarga de contaminantes a la atmósfera, proveniente de las operaciones del parque industrial. Luego, como consecuencia de la acción de factores naturales, la polución toma contacto con el agua o el suelo y eso, a su juicio, puede ser una causa de la contaminación que afecta a ambas matrices ambientales.

“En el caso del suelo, se espera que parte del metal que queda sobre la superficie, percole hacia napas subterráneas o, eventualmente, contaminar de manera directa el agua de un pozo”, afirma el académico.

Por su parte, José Miguel Arriaza complementa: “Toda emisión que va a la atmósfera en algún momento empieza a decantar hacia los suelos. Si tenemos alta humedad, lluvias o episodios importantes de contaminación, ésta cae como lluvia ácida y es altamente probable que esa misma agua mezclada con contaminantes comience a lixiviar hacia las napas subterráneas. Lo mismo pasa cuando hay depositación de material particulado sobre los suelos”.

Manuel Bravo destaca que el tipo de metales pesados que se detecte dependerá de la fuente contaminante de procedencia: “Por ejemplo, en el caso de la fundición Ventanas (de Codelco), los contaminantes más comunes son cobre, arsénico, plomo y cadmio”. Respecto del complejo de generación termoeléctrica de AES Gener, agrega el investigador, es común hallar cobalto, mercurio y molibdeno.

Manuel Bravo explica que, cuando los gases salen por la chimenea se liberan partículas, que corresponden a material sólido. “Éstas son como piedrecillas de dimensiones muy pequeñas que, dependiendo de su tamaño, si por ejemplo son pequeñas, pueden desplazarse por el aire y llegar más lejos desde el lugar de donde salió o, si son grandes, alcanzar distancias más cortas”, sostiene.

Por eso, añade el docente, “esas partículas pueden terminar en el suelo, en napas subterráneas o bien en el techo de una casa o, incluso si el material no es de grandes dimensiones, puede ser respirado por la población durante su caída”.

Lea este artículo completo en InduAmbiente n° 155 (noviembre-diciembre 2018), págs. 38 a 41.