Revista de descontaminación industrial, recursos energéticos y sustentabilidad.

SE ENREDAN LAS REDES

SE ENREDAN LAS REDES

La industria salmonera debe mejorar el manejo de sus redes de cultivo.



Esta es una contradicción de larga data: vivimos en un país con una costa casi interminable y nuestro consumo de pescados es exiguo. Una realidad incomprensible para muchos.

El salmón no escapa a esta realidad y en reiteradas ocasiones su industria hace más noticia por problemas ambientales y sanitarios que por sus niveles crecientes de productividad o por las bondades propias del producto, que lo hacen muy apetecido fuera de nuestras fronteras.  

Sin ir muy lejos, a fines de octubre pasado la Superintendencia del Medio Ambiente formuló cargos contra varias salmoneras de las regiones de la Araucanía, Los Lagos y Aysén por incumplimientos ambientales y sanitarios. Uno de los más reiterados fue por “apozamiento de redes en el fondo marino aledaño a los centros de cultivo, no siguiendo los procedimientos de transporte, limpieza y desinfección de las redes ocupadas”.

Como principal medida correctiva, la autoridad instruyó el retiro de las redes apozadas con el empleo de embarcaciones de apoyo, realizando todas las labores de limpieza y desinfección dentro de talleres autorizados.

Proyectos Actuales

De acuerdo a información publicada por el portal aqua.cl, actualmente existen cerca de 350 centros de cultivo de salmónidos activos en nuestro país, con un promedio de 16 jaulas cada uno. Con ello, son al menos 6.000 las redes (incluyendo las de recambio) que deben someterse a un lavado y recambio in situ o en los talleres de redes. Esto, sin considerar las redes loberas y pajareras.

Hoy en día, muchos de los centros de cultivo de salmones en operación o que están en la etapa de evaluación ambiental incorporan en su diseño tres tipos de redes: peceras (para la engorda de peces), loberas (para protección ante depredadores) y pajareras (protección contra aves y escapes de peces).

En sus Declaraciones de Impacto Ambiental (DIAs) se señala, a grandes rasgos, que las redes recibirán mantención y/o limpieza en un taller debidamente autorizado, cumpliendo con la legislación vigente, y la frecuencia de ésta será en función de los requerimientos propios del ciclo productivo. “Las redes serán protegidas de la incrustación de algas, crustáceos y moluscos, mediante el uso de una pintura de impregnación, en base a óxido cuproso y algicidas orgánicos no tóxicos, especialmente diseñada para la actividad de la salmonicultura. Bajo ninguna circunstancia se utilizará pintura en base a Tributil estaño”, apunta la DIA de un centro de engorda de salmones.

Ahí se expresa, asimismo, que el cambio de redes se realizará para limpiar, reparar e impregnar éstas con pintura anti-incrustante. La frecuencia proyectada de esta actividad es cada 6 meses y/o cuando la empresa estime conveniente de acuerdo al control operacional. Agrega el documento: “Las redes serán retiradas desde el centro de cultivo en estanques herméticos, sellados y etiquetados para su envío a un taller autorizado. Por ningún motivo las redes removidas serán mantenidas en el centro de cultivo”.

Pinturas Anti-Incrustante

De acuerdo a un estudio del Instituto de Fomento Pesquero (IFOP) publicado en 2013, la acuicultura en general y la industria del salmón en particular sufren significativamente los efectos de la adherencia de incrustaciones biológicas (“fouling”) en instalaciones de cultivo sumergidas, especialmente en redes de balsas-jaulas y loberas. Su composición, abundancia y estacionalidad dependen de factores oceanográficos como temperatura del agua, salinidad, luminosidad, mareas y turbidez.

Este material biológico se compone principalmente de algas y animales que colonizan las instalaciones de cultivo en sus primeras etapas de vida o estadios larvales y que posteriormente forma comunidades que comienzan a desarrollarse, incrementando su peso y talla.

Revise este artículo completo en Revista InduAmbiente N° 131, pág. 36 a 39.