Revista de descontaminación industrial, recursos energéticos y sustentabilidad.

Planifique su Gestión

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Conozca orientaciones para desarrollar adecuadamente un plan de gestión de olores.



Controlar adecuadamente las emisiones de olores es un imperativo cada vez mayor para las actividades que los generan en Chile. Es que a la justificada presión que ejercen las comunidades para que las empresas actúen de manera responsable en esta materia, pronto se sumarán regulaciones para los sectores identificados como las principales fuentes odoríferas en el país: planteles de crianza de cerdos, plantas procesadoras de recursos hidrobiológicos (harina y aceite de pescado), producción de celulosa, plantas de tratamiento de aguas servidas y sitios de disposición final de residuos.

Frente a esa realidad, el Departamento Ruido, Lumínica y Olores del Ministerio del Medio Ambiente publicó un "Instructivo para la Elaboración de un Plan de Gestión de Olores", el cual entrega orientaciones y criterios estandarizados de las acciones que se debieran considerar para el desarrollo de estos instrumentos de carácter preventivo y voluntario. Su aplicación es complementaria a otras herramientas ambientales y a futuras normas de emisión que se puedan dictar, advierten desde la autoridad.

A continuación, resumimos las principales recomendaciones incluidas en este documento técnico.

Diagnóstico Completo

El desarrollo de un plan de gestión de olores (PGO) apunta a prevenir, reducir y/o controlar estas emisiones, considerando tanto las operaciones normales de una instalación, como también los eventos anormales, contingencias e incidentes.
En ese contexto, el Instructivo plantea cuatro grandes etapas para su adecuada elaboración: diagnóstico, implementación de medidas, seguimiento y control, y programa de contingencia (ver esquema adjunto).
El diagnóstico tiene como principal objetivo definir la situación odorante, para lo cual se aconseja realizar las siguientes actividades de manera que sea lo más completo posible:

a) Dentro de la instalación:

• Identificar la instalación: Indicar su localización geográfica, "señalando la georreferencia del punto central de la instalación y la delimitación del perímetro del predio de la instalación a través de cartografía. Adicionalmente, se debe indicar el sector productivo al cual pertenece, la unidad de producción (tipo de producto principal), la capacidad de producción y el número total de empleados", apunta.
• Detallar las unidades de producción/operación del establecimiento, los productos o sustancias que se tratan, el proceso productivo identificando los puntos donde se genera olor, y las condiciones operacionales. "Importante es considerar la planta de tratamiento de RILes, y cualquier operación como sitios de acopio", advierte el Instructivo.
• Identificar las principales emisiones al aire, señalando si son de tipo odorante.
• Identificar y caracterizar las fuentes emisoras de olor, "incluyendo los procesos de producción, de transporte (indicar ruta), las actividades relacionadas con el mantenimiento, limpieza de equipos de proceso, carga y descarga de materiales, las emisiones de las tareas de almacenamiento, sitios de acopio, o situaciones anormales o eventuales de funcionamiento".
• Caracterizar las emisiones de olor del establecimiento y sus unidades de proceso identificadas previamente. Dicha caracterización, deberá describir al menos, la calidad del olor, tono hedónico e intensidad. Si la instalación cuenta con información sobre la concentración
de olor, también deberá señalarse.
• Identificar la probabilidad (alta o baja) de generar impacto de olor, según la frecuencia y duración que pueda tener dicho evento, señalando el periodo del año y horario más probable.

b) En el entorno:

• Caracterizar el tipo de uso de suelo en el cual se emplazan las instalaciones del proyecto, considerando lo establecido en la Guía para la descripción del uso del territorio en el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) y en la Ordenanza General de la Ley General de Urbanismo y Construcciones (Decreto Supremo 47/1992, del Ministerio de Vivienda y Urbanismo).
• Indicar si existen otras potenciales fuentes generadoras de olor, externas a la instalación propia.
• Identificar los receptores cercanos y determinar la distancia con la instalación, medida en forma lineal desde su perímetro.
• Recopilar información sobre denuncias o quejas por olores, por parte de la comunidad, incluyendo idealmente antecedentes como el historial de reclamos, fechas y horarios, dirección del viento y estado operacional de la instalación.

c) Estimación de las emisiones de olor:

Esta actividad debe considerar las políticas públicas establecidas en el país con respecto a los proyectos. En este marco, el Instructivo plantea tres escenarios:

• Si la instalación está sujeta a una norma de olores, deberá remitirse al límite establecido en ella, y recurrir a las metodologías de medición y procedimientos establecidos por la autoridad.
• Si no existe una norma específica, pero la planta está dentro del marco del SEIA, deberá remitirse al límite internacional y a las metodologías establecidas durante el proceso de la evaluación ambiental.
• Y en caso que la instalación no esté sujeta ni a norma de olores ni al SEIA, sugiere:
-Definir las herramientas de diagnóstico para determinar el alcance de las emisiones de olor. Estos instrumentos pueden basarse en metodologías ejecutadas desde el punto de emisión, como los estudios del impacto que usan emisiones de referencia de las fuentes emisoras y las proyectan mediante modelos de dispersión de olor o también aquellos que utilizan factores de emisión justificando técnicamente su elección. Asimismo, se pueden basar en metodologías que evalúan la percepción del olor, como los métodos de la grilla o de la pluma, ambos descritos en la Norma Chilena 3533:2017.
-Evaluar el alcance odorante, indicando los principales resultados de la metodología empleada.
-A partir de los resultados obtenidos anteriormente, establecer el nivel del riesgo de generar impacto odorante por parte de la instalación. Si no hay olor fuera del perímetro el nivel es bajo y se debe mantener un enfoque preventivo. Si es probable que las emisiones salgan del perímetro de la instalación y lleguen a los receptores más cercanos, el riesgo es medio y es necesario adoptar medidas para minimizar el olor. El riesgo es alto cuando el olor representa una contaminación grave o es probable que cause molestia a los receptores, aunque se hayan tomado medidas de mitigación, frente a lo cual se deben sumar acciones de control o incluso reducir o interrumpir las operaciones.


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Medidas de Control

La segunda etapa de un Plan de Gestión de Olores apunta a identificar las medidas que se adoptarán para controlar estas emisiones, principalmente en su origen. Al respecto el Instructivo explica de manera general cómo hacer frente a los impactos de olores que generan molestia, indicando que los detalles de diseño, operación o mantenimiento dependerán de cada caso particular.

La primera recomendación es asumir un enfoque integral que considere todas las medidas y priorice el control en las etapas más tempranas. Para implementar adecuadamente las acciones se aconseja:

a) Definir el plan de trabajo para gestionar las medidas de prevención, reducción y control.

Para eso se recomienda establecer al menos:
• El objetivo a alcanzar con cada medida, y los indicadores de cumplimiento.
• Los plazos para lograr el objetivo y para implementar las medidas definidas.
• Los responsables dentro de la organización de cumplir las acciones establecidas.
• Los compromisos de la organización, ya sean internos, con la comunidad o la autoridad competente.
• Los medios para verificar y seguir la implementación de las medidas.
• Las acciones a ejecutar si hay desviaciones respecto a lo planificado.

b) Definir las medidas de prevención, reducción y/o control de olores.

Se aconseja priorizar las acciones de control que se pueden usar en la etapa más temprana posible del proceso.
Las medidas se deben definir de acuerdo a las etapas del proceso, considerando las fuentes o puntos de emisión que se han identificado como los principales generadores de olores molestos.
Las acciones a implementar se pueden asociar a buenas prácticas operacionales y/o aplicación de diversas alternativas tecnológicas apropiadas a las etapas del proceso que corresponda y a lo requerido por cada instalación o actividad. Estas pueden ser: medidas en la recepción y gestión de materia prima, control de las emisiones odoríferas al aire, contención y reducción de dichas emisiones, tratamiento de fin de línea, y ubicación de ductos para favorecer la dispersión.

c) Implementación de las medidas de control definidas.

En este punto, el Instructivo entrega más detalles sobre las opciones mencionadas:

• Implementar medidas en la recepción y gestión de las materias primas que puedan generar olores molestos, ya sea en su obtención, acopio o transporte.
En ese contexto se aconseja: conocer el tipo de materia prima; disponer de espacios cerrados para su manejo; establecer el tiempo de almacenamiento; controlar las condiciones de almacenamiento, manejo y almacenaje; rotar de modo permanente el stock de materia prima con olor; controlar las condiciones físicas (temperatura o condición aeróbica, por ejemplo) para minimizar la generación de compuestos odorantes; implementar un sistema de limpieza permanente y usar materiales de construcción que se puedan limpiar fácilmente.

• Controlar la emisión de sustancias odorantes al aire, mediante la reducción de su tasa de evaporación. Para lograrlo, la Guía del MMA recomienda:
-Bajar la temperatura al evitar la luz solar directa o reducir la velocidad de evaporación del agua y la liberación de sustancias químicas odorantes disueltas.
-Reducir el flujo de aire sobre la superficie (barrera física) de los materiales que liberan olores para reducir la velocidad de evaporación.
-Controlar la acidez/alcalinidad de los materiales, desechos u otros, para que los compuestos odorantes sean más solubles en agua y menos propensos a evaporarse.
-Incorporar tratamientos superficiales temporales para bajar la temperatura de la superficie o crear una barrera química.
-Reducir la superficie de un material oloroso.
-Evitar actividades que generan turbulencia y/o aumentan drásticamente el área de superficie expuesta.

• Contener o reducir la emisión de olor.
El Instructivo señala que, si no se puede evitar la generación de olores, conviene priorizar su contención o encapsulamiento antes que el tratamiento. Sobre ese escenario, aconseja:

-Elegir métodos que permitan el adecuado manejo de tasas de ventilación.
-Contener, canalizar o confinar de forma localizada las emisiones generadas por una fuente emisora, ya que esto reduce el volumen de aire requerido para ser tratado y hace este proceso más rentable y eficaz.
-Mantener cerradas las ventanas y puertas de los edificios utilizados para el confinamiento.
-Revisar las tuberías, válvulas y tanques regularmente para detectar fugas y daños.

• Aplicar un sistema de tratamiento de fin de línea para aquellas emisiones que no se pudieron controlar en etapas anteriores.
Se recomienda seleccionar la tecnología de mitigación que mejor se ajuste al nivel objetivo y cuyos costos permitan su implementación, definiendo un indicador de eficiencia de reducción de olor.

• Favorecer las condiciones de dispersión del olor.
El Instructivo señala que, para eso, se pueden utilizar ductos o chimeneas que canalicen el aire oloroso y que su emisión o expulsión de gas sea a una altura que permita que las emisiones se dispersen antes de llegar al suelo. En caso que se pueda remover el ducto de emisión, se podría aumentar su distancia física con los receptores para disminuir su exposición al olor.
En relación a esto, la Guía indica que se deben considerar las características del entorno y evitar consecuencias negativas y secundarias sobre el medio. Además, recomienda tener en cuenta estas variables al diseñar nuevas instalaciones. Y comenta que también se pueden evitar impactos mayores, programando las operaciones, suspendiéndolas, por ejemplo, cuando hay baja dispersión y/o cuando el viento va hacia los receptores cercanos. Para aplicar esta estrategia de control, se debe monitorear la meteorología y los pronósticos para actuar rápido en caso que las condiciones cambien.

d) Establecer un plan de comunicación con la comunidad que pueda verse afectada por la instalación.

La Guía comenta que la participación de los vecinos puede ayudar como sensor de eventuales problemas odoríferos, para lo cual se recomienda aplicar acciones como un sistema de registro y gestión de quejas, encuestas y visitas técnicas de la comunidad a la instalación.

Programa de Seguimiento

La tercera etapa del Plan de Gestión de Olores propuesto por el Ministerio del Medio Ambiente corresponde al establecimiento de un programa de seguimiento y control que permita asegurar que esta variable se comporte según lo proyectado y también corregir posibles desviaciones y problemas.

El programa de seguimiento debe considerar las medidas internas (relacionadas con el proceso de la instalación) y externas (relacionadas con la percepción del receptor). En ese contexto, su contenido debiera:

• La descripción de las medidas adoptadas en cada etapa del proceso.
• Establecer los puntos de control de las unidades críticas.
• Definir las herramientas de evaluación.
• Definir indicadores de cumplimiento.
• Documentar el control y seguimiento.
• Capacitar al personal para que puedan cumplir los roles de control requeridos.
• Escoger un responsable para cada punto de control.

Además, el Instructivo señala las metodologías y parámetros que se podrían utilizar en el seguimiento y control de las emisiones de olor, tanto a nivel interno como externo.

Contingencias

La última parte de un Plan de Gestión de Olores debiera incluir un programa con los protocolos para hacer frente a las posibles situaciones de riesgo o contingencia, con miras a evitar que éstas se produzcan o minimizar su probabilidad. Asimismo, se deben incluir las acciones a adoptar en caso que se genere una situación no prevista, para controlar el incidente o minimizar sus efectos sobre el medio ambiente o la población.

En ese marco, sugiere: definir el origen de la contingencia, los alcances del programa, establecer las unidades de procesos asociadas a dicho programa, y definir las medidas a adoptar ante eventuales situaciones inesperadas.

Ante posibles incidentes que puedan generar impactos en la comunidad o en el medio ambiente, se recomienda contemplar acciones como: detener la operación de la planta o de una parte de ella, dar aviso a la autoridad competente, y mantener vínculo con la comunidad para estimar el nivel de afectación y comunicar las medidas adoptadas.

En relación con esto último, además, se sugiere contar con un sistema para gestionar adecuadamente las quejas de los vecinos.

Por último, el Instructivo plantea la necesidad de revisar, al menos una vez al año, la efectividad del Plan de Gestión de Olores, para lo cual aconseja establecer indicadores que permitan evaluar las acciones adoptadas y las oportunidades de mejora.

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DATO:

5
Parámetros considera el protocolo FIDOL para estimar los impactos por olor o el grado de molestia: frecuencia, intensidad, duración, ofensividad y localización.

Artículo publicado en InduAmbiente 170 (mayo-junio 2021), páginas 66 a 69.