Revista de descontaminación industrial, recursos energéticos y sustentabilidad.

El Barco Llegó a la Costa

El Barco Llegó a la Costa

Los retos del Tratado de Alta Mar que busca la conservación y uso sostenible de la biodiversidad marina.



¿Podríamos vivir sin los océanos? Si se pudiera, sería a duras penas. Para empezar, estos cuerpos de agua producen más de la mitad del oxígeno que respiramos gracias a que abarcan un área inmensa, más de 360 millones de kilómetros cuadrados, que representan aproximadamente un 72% de la superficie del planeta. Allí habitan casi 200 mil especies identificadas, aunque las cifras reales serían mucho mayores. Tan abundante biodiversidad marina y costera moviliza una industria que representa en torno al 5% del PIB mundial y permite que más de tres mil millones de personas puedan tener su sustento asegurado.

Por si fuera poco, los océanos absorben alrededor del 30% del dióxido de carbono (CO2) producido por la actividad humana, amortiguando los impactos del calentamiento global. No obstante, la ciencia advierte que tal acumulación de carbono está alterando la química del agua de mar provocando la denominada acidificación del océano, lo que estaría impactando a los ecosistemas marinos de formas que aún se encuentran bajo investigación.

En ese contexto, en marzo, en la sede de la ONU en Nueva York, 193 países suscribieron el llamado "Tratado de Alta Mar", que busca que el 30% de los océanos estén incorporados en áreas protegidas (hoy es menos del 3%) fuera de las jurisdicciones nacionales (más allá de 200 millas náuticas); y que se destinen más recursos a la conservación marina y a cubrir el acceso y el uso de los recursos genéticos marinos.

Temas que Contempla

El acuerdo surgió después de casi 20 años de conversaciones y negociaciones, facilitadas por la ONU, y en un escenario en que los océanos deben enfrentar tres graves amenazas: el cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad por sobreexplotación de los recursos.

Gran parte de los firmantes destacó que el tratado es un primer paso para recuperar la salud de los océanos. Y que aunque no cubre todas las expectativas de la comunidad científica, representa un consenso internacional para proteger la biodiversidad de las aguas más allá de las jurisdicciones nacionales.

Como lo resume el sitio de noticias The Conversation, en el que participan académicos y/o investigadores de manera activa, el documento final consta de cuatro apartados principales:

• Áreas marinas protegidas (AMP):

Se plantea crear una red mundial de AMP que cubra el 30% del océano global para el año 2030 (objetivo 30×30, acordado en la COP15 sobre Diversidad Biológica), que sean representativas de los principales ecosistemas y estén conectadas. Serían santuarios marinos para proteger hábitats y especies, recuperar la biodiversidad y mantener los servicios ecosistémicos.

• Recursos genéticos marinos:

Son los posibles genes patentables de las especies marinas descubiertas o por descubrir, que pueden tener diversas utilidades en la industria (como farmacéutica, cosmética, alimentación y energía) y representan beneficios económicos sustanciales. Incluyen el material genético de esponjas marinas de aguas profundas, krill, corales, algas y bacterias.

Uno de los objetivos del tratado es el reparto equitativo y justo de la información genética y sus beneficios entre todos los países, lo que fue un gran escollo para alcanzar un consenso.

Hasta ahora, la propiedad de estos recursos genéticos en las aguas internacionales no estaba regulada bajo ningún marco legal, por lo que las patentes de estos genes dependían de la capacidad tecnología de los países y empresas.

Aunque ya se alcanzó un acuerdo, aún falta por saber qué mecanismos concretos se van a establecer para redistribuir entre todos los países los beneficios económicos y el acceso a la información genética internacional.

• Evaluaciones de impacto ambiental:

No existe hasta el momento ninguna autoridad competente que regule y controle las evaluaciones en aguas internacionales. Se pretende que este tratado obligue a realizar evaluaciones de impacto ambiental de las actividades económicas que puedan contaminar o generar cambios significativos y perjudiciales en el medio marino, así como establecer los umbrales y factores requeridos.

• Desarrollo de capacidades y transferencia de tecnología marina:

Se aspira a fortalecer las capacidades de los países en desarrollo, incluida la transferencia de tecnología marina desde las naciones más desarrolladas y la cooperación científica.

Para que el acuerdo se comience a implementar falta todavía la ratificación de todos los países firmantes y el desarrollo de una Conferencia de las Partes (COP) para que se pueda establecer y regular lo convenido.

Algunos Desafíos

Un artículo publicado por National Geographic plantea que si bien este acuerdo ha sido un gran logro, "para los conservacionistas ha dejado un margen significativo para la mejora".

En particular, pone el acento en que los organismos responsables de regular actividades como la pesca, el transporte marítimo y la minería en aguas profundas podrían continuar haciéndolo sin tener que realizar evaluaciones de impacto ambiental establecidas por el tratado.

En ese sentido, Héctor Bacigalupo, gerente de la Sociedad Nacional de Pesca (Sonapesca), federación gremial que reúne a los principales gremios y actores de la pesca industrial de Chile, comenta que lo más destacable del acuerdo tiene que ver con "la aclaración y respeto de las competencias de los actuales instrumentos internacionales que regulan la pesca y las Organizaciones de Ordenamiento Pesquero (OROP) en lo que respecta al ordenamiento pesquero y protección del medio ambiente en sus áreas de competencia, lo que viene a reconocer el rol de estos órganos de administración pesquera a través de las herramientas de gestión que aplican. De esta forma, el acuerdo no se interpone con el alcance y mandato de las OROP y servirá para regular otras actividades y proteger áreas vulnerables".

El artículo de National Geographic también expone dudas respecto a cómo se compartirán de manera justa los recursos genéticos marinos.

Valorando los avances, Sonia Español, directora ejecutiva de la Fundación Meri (con oficinas en Santiago y Chiloé), plantea que el acuerdo genera interrogantes y oportunidades que abordar. Por ejemplo, "se requiere avanzar en la formulación de propuestas concretas que permitan no sólo declarar sino que gestionar las Áreas Marinas Protegidas. Y en eso, la ciencia y la tecnología, así como la concurrencia del sector público, privado y la sociedad civil, cumplen un rol clave".

"El barco llegó a la costa" exclamó Rena Lee, entre los aplausos y vítores de los delegados, para anunciar el acuerdo al que se había llegado en la conferencia que le tocó presidir. Ahora habrá que ver qué rumbo toma la embarcación.

Artículo publicado en InduAmbiente 181 (marzo-abril 2023), páginas 80 a 82.