Revista de descontaminación industrial, recursos energéticos y sustentabilidad.

Veta Vital

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La minería avanza en la recirculación de los recursos hídricos y en el uso de agua de mar.



Un estudio reciente de Cochilco proyectó que la demanda hídrica de la industria chilena del cobre para el año 2030 será de 23,5 m3/seg, versus los 17,6 m3/seg estimados para 2019. Este aumento, pese a diferir en unos pocos dígitos a simple vista, representa una significativa diferencia en términos de volúmenes de un recurso que día a día se hace más escaso y crítico, como es el agua. Y esto se hace peor aún, considerando el escenario actual de sequía y que el grueso de la minería local se desarrolla en la zona norte del país. Precisamente, el territorio más golpeado por su escasez.

Dado este escenario, la industria minera desde hace años ha puesto manos a la obra y ha implementado diversas medidas, tecnológicas y de gestión para optimizar el uso de agua en sus operaciones de extracción y procesamiento de minerales.

Algunas en las que este sector ha logrado auspiciosos resultados son la recirculación del agua, el espesamiento de relaves y el uso de agua de mar, desalinizada y también sin desalar, para utilizarla en sus procesos.

Sin embargo, cabe preguntarse qué ocurre con los nuevos proyectos mineros que ingresan a tramitación ambiental y qué importancia tiene el hecho de que consideren desde su génesis la eficiencia y disponibilidad hídrica.

Desde la Cuna

La Gerente General de la consultora MYMA (Minería y Medio Ambiente), Juanita Galaz, estima que la medida que más contribuye a una mejor gestión del recurso hídrico es el diseño de operaciones con bajo consumo de agua. "Por ejemplo, en las plantas de concentración, que es donde se focaliza el mayor consumo", apunta.

En su opinión, este es un tema que las compañías podrían abordar desde la etapa de evaluación ambiental: "El suministro de agua es un tema central en el diseño de nuevos proyectos del sector minero, pero también en aquellos para la continuidad de las operaciones actuales. En particular, si es que la iniciativa considera el aprovechamiento de aguas continentales".

Y agrega la especialista: "En estos casos, lo relevante para tramitar EIAs, DIAs o permisos sectoriales es asegurar que su uso no afectará la disponibilidad futura del recurso y el consumo por parte de terceros y que, además, mantendrá sus características de calidad".

En esa línea, plantea que las consultorías que lidera se enfocan en recomendar los estudios técnicos necesarios para evaluar si el uso del recurso hídrico pudiera sufrir impactos negativos en el territorio donde se emplazan las faenas. Y, si los resultados así lo indican, "proponer medidas de control, cambios de tecnologías o la evaluación de recursos alternativos para obtener los permisos correspondientes y ejecutar los proyectos".

Ubicación Geográfica

Según comenta, "las recomendaciones técnicas sobre la etapa de diseño de los proyectos pueden diferir, considerando la variable geográfica. Seguramente no será lo mismo las condiciones de disponibilidad de agua que se tendrá al analizar un proyecto minero que se pretende realizar en el norte del país, comparado con otro que se busca desarrollar en la zona centro-sur. En ese sentido, las evaluaciones deben ser sitio-específicas y, por lo tanto, el diseño de las estrategias deberá ser consistente con cada caso en particular".

Sobre ese escenario, Juanita Galaz añade que en un análisis de prefactibilidad ambiental se evalúa todas las alternativas posibles de suministro, de manera de proponer la que mejor cumpla con los intereses del proyecto y con la necesidad de proteger el medio ambiente. Con este fin, "es necesario analizar en detalle las características técnicas del proyecto, de manera de identificar oportunidades de mejora en el aspecto ambiental", destaca.

Selección de Tecnologías

Completada la fase de diseño, hay aspectos técnicos que los titulares de las iniciativas de inversión debieran considerar para optimizar la gestión del recurso hídrico en las siguientes etapas.

En opinión de la ingeniera, un diseño adecuado de las instalaciones y acertada selección de tecnologías son la base para una buena gestión del recurso hídrico durante la operación de la mina: "Lo fundamental en esta materia es enfocarse en los temas técnicos que conducen a que el proyecto utilice la menor cantidad de agua fresca posible, lo que se logra maximizando la recirculación de las aguas de proceso".

Posteriormente, una vez que las instalaciones culminan su ciclo productivo viene el cierre de faenas, que se caracteriza por un bajo consumo de agua. No obstante, Juanita Galaz advierte que este período también es importante, en cuanto a asegurar que las instalaciones remanentes a futuro no sean fuente de contaminación de las aguas que pudieran entrar en contacto con ellas.

"Al respecto, los titulares deberán considerar el mantenimiento de obras de captación y canalización de aguas de escurrimiento en el área del proyecto, de manera de restituirlas a cauces naturales y minimizando el contacto con las instalaciones remanentes", sostiene.

Caminos Recorridos

En cuanto a los métodos y tecnologías utilizadas en la actualidad para realizar una mejor gestión del agua, la especialista señala que el depósito de relaves en pasta y la filtración de estos residuos han contribuido de manera significativa con este objetivo.

Asimismo, menciona la optimización de la recirculación de las aguas de proceso, ya que minimiza las fuentes de pérdidas del recurso y, por ende, "es de gran importancia en la sustentabilidad ambiental de los proyectos, como también lo es la utilización de agua de mar".

Y agrega la consultora que, "sobre este último punto, es relevante la proyección que señala que al año 2030 la utilización del recurso marino será equivalente al uso de las aguas continentales".

Otros representantes del sector también apuestan por perseverar en las fórmulas que han dado buenos resultados. A juicio de Jorge Castillo, Director de la Cámara Minera de Chile, en el caso de las faenas ubicadas en plena cordillera de Los Andes, debiera apostarse por la recirculación, "pensando en que pudiese haber una mayor diligencia en la evaluación ambiental de este tipo de proyectos y sus costos asociados".

El abogado, además, mira con optimismo el futuro respecto a los esfuerzos del sector minero para seguir avanzando en la gestión eficiente y sustentable del recurso hídrico. "No veo mayores piedras de tope, sino una amplia conciencia sobre este tema, en concomitancia con la autoridad ambiental. Y esto, las compañías se lo han tomado muy en serio. Por ello, sobre la base de sus estudios, van a optar por cambios en sus suministros de manera de asegurar la continuidad operacional y, al mismo tiempo, liberar la carga de las aguas de cordillera", sostiene.

Por otro lado, Castillo estima que la mayoría de los nuevos proyectos están incorporando buenas prácticas de gestión para hacer un uso eficiente del agua, desde su etapa de diseño, "ya que por sobre la obtención de derechos de agua de sus respectivas cuencas, requieren asegurar un suministro continuo y eso debe estar garantizado para sus procesos".

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Dato:

74,3%
Es la tasa promedio de recirculación de agua que registra la minería en Chile respecto de los procesos de concentración e hidrometalurgia, según estimaciones de Cochilco.

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Recuadro:

PROBLEMAS SALADOS

Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas con la desalinización del agua de mar. Dafne Crutchik, investigadora de la Universidad Adolfo Ibáñez, advierte que esta operación implica dos problemas en términos de sustentabilidad. Por una parte, el elevado consumo energético que requiere la realización de este proceso, como también el posterior transporte del agua desalada hasta las plantas mineras que se encuentran a 3.000-4.000 metros de altura.

Y, por otra, la dificultad que representa el manejo ambiental del producto secundario obtenido de la desalinización. Es decir, la salmuera, "que es un concentrado que contiene todas las sales y compuestos presentes en el agua de mar utilizada para obtener el recurso hídrico que usan en las faenas mineras".


Artículo publicado en InduAmbiente 164 (mayo-junio 2020), páginas 56 a 59.