Revista de descontaminación industrial, recursos energéticos y sustentabilidad.

Para Mantener la Reducción

Para Mantener la Reducción

Con la pandemia han bajado las emisiones de GEI. ¿Cómo seguir la tendencia?



Por Arturo Brandt
Senior Broker Tradition Green - Consultor Ambiental

Quizás al leer este artículo, estará pensando que va a encontrar buenas noticias relacionadas con una disminución de las emisiones de gases efecto invernadero (GEI) a nivel global, como consecuencia de la pandemia por Coronavirus que nos aqueja. Y no deja de tener algo de razón.

Desde inicios de marzo, no hemos parado de leer y escuchar sobre la debacle económica que se nos viene debido a la cuarentena obligatoria que en muchos países del mundo han instaurado a fin de evitar la propagación del virus, y cómo eso también ha traído una disminución nunca antes vista de las emisiones de GEI.

Hasta la última semana de mayo, las personas contagiadas con Covid-19 en el mundo sumaban más de 5,5 millones, mientras que las muertes por la enfermedad superaban las 350.000. Ese efecto es parte del impacto más negativo y significativo de esta crisis sanitaria que, por cierto, también ha tenido diversas consecuencias en otros ámbitos.

Desde marzo a la fecha, alrededor de 4,2 billones de personas, equivalente a un 54% de la población mundial y que representa un 60% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, han estado sujetas a un confinamiento total o parcial. Y eso ha permitido una drástica caída de las emisiones de gases efecto invernadero.

Los grandes emisores han sido los que más reducciones de dióxido de carbono (CO2) han mostrado en este periodo: China generó 242 MtCO2 menos que en enero-abril de 2019; Estados Unidos las redujo en 207 MtCO2; la Unión Europea, en 123; e India, produjo 98 menos.

Un 86% de la disminución global de emisiones proviene de la rebaja en las cantidades de CO2 provenientes del transporte terrestre, la generación de electricidad y la industria.

Estas reducciones están enteramente vinculadas a una reducción "forzada" de la demanda de energía.

Hasta aquí, esta pandemia ha logrado lo que ningún Gobierno, Tratado Internacional, Cooperación Internacional y, ni hablar de las Convenciones Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, han hecho: acercarse a la meta anual necesaria para disminuir significativamente las emisiones de GEI, poniéndonos en línea con lo que la ciencia aconseja.

A Tener en Cuenta

Frente al optimismo inicial que podría plantear este escenario, hay aspectos que conviene analizar para tratar de mantener la tendencia positiva de reducción de emisiones que ha traído la pandemia.

Primero, desde una mirada de corto plazo, está claro que se ha producido una disminución drástica de las emisiones de GEI. Antes de la pandemia, las emisiones de CO2 -el principal gas de efecto invernadero y responsable de aproximadamente un 75% del global- aumentaban a una ratio de 1% anual, aunque en 2019 no hubo crecimiento. Con la situación actual, en cambio, se pronostica que este año las emisiones de CO2 podrían disminuir entre 5,5% y 8% comparado con 2019, año en el cual se registraron alrededor de 35 giga toneladas.

Hasta aquí, ¡podríamos celebrar! Sin embargo, debemos realizar algunas observaciones que no nos permiten ser tan optimistas.

La primera es que para cumplir la meta establecida en el Acuerdo de París de no aumentar la temperatura de la Tierra en más de 1,5 grados Celsius por sobre los niveles "pre industriales", deberíamos disminuir las emisiones de GEI en un rango de 7,6% cada año de esta década, es decir, 2,8 giga toneladas anuales. Lo anterior nos lleva a concluir que ni siquiera con una feroz paralización involuntaria de la economía mundial podríamos alcanzar el objetivo. Con la aplicación de las actuales medidas vamos en camino a aumentar la temperatura de la Tierra en un rango de 3,1 a 3,7 grados por sobre los niveles pre-industriales.

La segunda "mala noticia" es que este frenazo en las emisiones de CO2 ha sido impulsado por efectos exógenos a la generación de energía y se debe a medidas adoptadas por la autoridad para evitar la circulación de las personas, y no al desarrollo de políticas públicas destinadas a rebajar las emisiones. Así, podríamos concluir que una vez que salgamos de esta crisis, deberíamos volver al "business as usual", es decir, a un aumento de las emisiones, y quizás con más fuerza. Un ejemplo que puede ilustrar esto es lo que sucedió con la crisis financiera del año 2009, la cual inicialmente hizo disminuir las emisiones globales de CO2 en un 1%, pero luego se registró un crecimiento de 5%.

Ahora bien, si ampliamos un poco la mirada no debemos olvidar que, aunque en el cortísimo plazo -año 2020 y probablemente algo de 2021- las emisiones de CO2 disminuirán, lo relevante es la acumulación histórica de los GEI en la atmósfera: desde 1751 hemos emitido 1,5 trillones de toneladas de CO2, ya que estos gases permanecen en la atmósfera por largos periodos de tiempo.

Ya estamos en un nivel muy cercano a lo peligroso: 416 partes por millón (ppm) de CO2, con un crecimiento anual promedio de 2,5 ppm. Los científicos recomiendan que para alcanzar la meta del Acuerdo de París no podemos sobrepasar los 450-550 ppm. Debemos mirar la situación actual, entonces, como si estuviésemos llenando un recipiente con agua donde estamos cerca de su rebalse, y "cerramos la llave" por algunos minutos: aunque deje de caer agua, ya estamos en un nivel de riesgo. Frente a eso, lo que importa y debe suceder es que "cerremos la llave o disminuyamos drásticamente su flujo" en forma permanente.

Tareas de Largo Plazo

Lo anterior no debe desalentarnos y, en el largo plazo, debemos aprender de la crisis actual. De seguro que podremos recuperarnos de esta pandemia. Y depende de nosotros y de nadie más que, una vez que esta crisis pase, podamos retomar el crecimiento económico y conciliarlo con una economía baja en carbono para así enfrentar la otra crisis que se nos avecina, que es la del cambio climático.

¿Se puede? Por supuesto que se puede y hay muchos ejemplos de cómo hacerlo, así como tareas que debemos abordar para lograrlo.

Los gobiernos tendrán un rol clave en continuar la transformación energética, orientando las inversiones hacia energías limpias y menos contaminantes. En nuestro país, esto representa una oportunidad y una enorme responsabilidad para las autoridades, ya que se requieren cambios estructurales.

En el corto plazo, se debe intensificar el trabajo en áreas como el desarrollo de las energías renovables no convencionales (ERNC) y el cierre de las centrales a carbón, procesos que ya están en marcha. Cabe recordar que las ERNC hoy representan casi un 20% de nuestra matriz de generación de electricidad (¡sin subsidios!). Sin embargo, la participación de los combustibles fósiles en la generación eléctrica sigue siendo mayoritaria y, como tal, es responsable de un 32% de las emisiones de GEI en Chile. El carbón, en particular, es responsable de un 25% y el año pasado aportó un 40% a la producción eléctrica.

Otra tarea clave es avanzar hacia la electrificación total del transporte terrestre, hoy responsable de un 21% de las emisiones de GEI. Solo con el cumplimiento de estas dos iniciativas, podremos disminuir dichas emisiones en un 50%.

En un contexto más amplio, el Ministerio de Energía ha indicado, en la presentación de la última Contribución Nacional Determinada de Chile ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático que nuestro país puede llegar a la carbono neutralidad al año 2050. Esta meta, además, está establecida en el proyecto de Ley Marco de Cambio Climático que el Gobierno presentó al Congreso, asegurando que los beneficios económicos alcanzarán los USD 37 mil millones.

Esa es solo una muestra de la relevancia creciente que tiene el cambio climático en las decisiones de mercado y en el desarrollo económico a nivel mundial.

En la misma línea, recientemente el Ministerio de Hacienda emitió el primer bono verde soberano, por un monto de USD 1.418 millones, con vencimiento el año 2050 logrando una tasa de interés de 3.53%, la más baja obtenida por Chile a plazo similar en la historia y con una demanda inicial que superó 12,8 veces el monto ofertado.

Del mismo modo, recientemente el Fondo Soberano de Noruega, el más grande de su tipo en el mundo, decidió excluir a 5 compañías de su Fondo de Pensiones Global del Gobierno y poner otras 4 en observación, debido a su insuficiente preocupación ambiental. De esas 9 empresas, 5 operan en Chile: Glencore, Anglo American, RWE, Enel y BHP. La misma dirección acaba de seguir BNP Paribas, también con operaciones en nuestro país, la cual declaró que al 2030 no financiaría más a compañías dentro de la OECD que generen electricidad a partir del carbón.

En definitiva, combatir el cambio climático es una tarea de largo plazo y requerirá que los Estados generen estructuras habilitantes hacia una economía baja en carbono. Sin olvidar que se trata de un esfuerzo global, también debemos ser conscientes que como país en desarrollo se nos presenta una enorme oportunidad para promover inversiones locales y globales en tecnologías limpias.

Cabe considerar además que, de aquí en adelante, los inversionistas exigirán cada vez más a las compañías publicar los riesgos financieros de sus activos derivados de la crisis climática.

Es que el cambio climático, a diferencia del Covid-19, no llegó "de sorpresa", por lo tanto, no hay excusa para no actuar desde hoy mismo.

Artículo publicado en InduAmbiente 164 (mayo-junio 2020), páginas 38 a 41.