Revista de descontaminación industrial, recursos energéticos y sustentabilidad.

Oleosos Beneficios

¿Cómo aprovechar los residuos de la producción de aceite de oliva?



Hoy, Chile posee más de 24.000 hectáreas plantadas de olivos para la extracción de aceite de oliva y año a año esa producción aumenta. En efecto, se estima que solo en 2016 la producción nacional fue de 17.500 toneladas.

“La industria olivícola chilena ha crecido fuertemente; en los últimos 10 años la producción aumentó en un 292%, pasando de 5.100 a 20.000 toneladas (2017). De ellas se exportaron 14.000 toneladas a destinos como Estados Unidos, Brasil, Colombia y Japón, entre otros”.

Así describe Pamela González, Jefa de Proyectos de la Asociación Nacional de Productores de Aceite de Oliva de Chile (ChileOliva), la expansión vivida por este sector económico en el último tiempo.

Pero un fuerte incremento en la producción trae aparejado un aumento de los residuos que se generan como resultado. Al respecto, la ejecutiva comenta: “El proceso de elaboración de aceite extra virgen es totalmente mecánico, exento de aplicación de químicos u otros productos externos, por lo cual el residuo orgánico o subproducto que se genera de la elaboración es básicamente pulpa de aceituna, carozo (cuesco) y agua contenida en la aceituna”.

Según la representante de ChileOliva, la mayor parte de las empresas productoras locales tiene sus olivos y la almazara (planta de elaboración de aceite) en el mismo campo. Esto permite realizar la cosecha y, en menos de 24 horas, obtener el aceite de oliva.
El proceso de extracción consiste en una molienda de las aceitunas, con carozo incluido.

“Luego, se realiza un batido a temperaturas de no más de 28 °C y, finalmente, a través de una centrifugación horizontal por diferencias de densidad se separa el aceite del resto de la pasta de aceitunas”, explica González.  

La centrífuga horizontal puede ser de dos o tres fases. En el primer caso, implica que el equipo tiene dos salidas: una, por donde va el aceite de oliva, y la otra, por donde sale el alperujo, que es un subproducto compuesto por la pulpa de la aceituna, carozo y agua.

De igual modo, la máquina de tres etapas posee un conducto para el aceite; otro por donde escurre el agua, y un tercero por donde sale el orujo (pulpa + carozo). “En Chile, la mayor parte de las almazaras es de dos fases, por lo tanto, lo que más se produce es alperujo”, afirma la experta de ChileOliva.

Alto Potencial

El alperujo es un subproducto con un potencial alto de ser valorizado. Posee antioxidantes, un porcentaje de aceite de oliva “y, además, alto contenido de materia orgánica, N, P y K, provenientes naturalmente de los frutos”, destaca Carolina González.

Adicionalmente, se caracteriza por la ausencia de metales pesados y patógenos, lo que permite su aplicación como mejorador de suelo de forma directa.

“Existen pruebas realizadas por el Instituto de Nutrición y Técnicas de Alimentos de Argentina (INTA) en que la aplicación de dosis entre 10 y 40 ton/há de alperujo al suelo, produce un incremento en los niveles de nutrientes y materia orgánica en la superficie, sin mostrarse cambios relevantes en los estratos inferiores (bajo los 30 cm)”, agrega.

Actualmente, las empresas han debido implementar soluciones dentro de sus propios campos. Según señala Pamela González, utilizan el carozo como biomasa para combustión de calderas, dado que posee un alto poder calorífico: “Este uso es mayormente para autoabastecimiento de energía combustible o en algunos casos se comercializa a empresas que lo compran con ese fin”.

Asimismo, con el alperujo se efectúa compostaje, para luego aplicarlo al suelo del cultivo o también se comercializa para alimentación animal. “Otra alternativa también implementada en los campos es la aplicación de este subproducto como enmienda orgánica o mejorador de suelo en dosis controladas, entre las hileras del cultivo, práctica que se desarrolla en países como Argentina, para conservar la humedad y biología del suelo de los huertos de olivo”, añade.

Lea este artículo completo en InduAmbiente 154, páginas 82 a 84.